De pronto ¡flash!

CIUDAD DE MÉXICO.- No resulta nada fácil distinguir al verdadero Diego Boneta después de haberlo visto personi­ficando a Luis Miguel a lo largo de los diferentes capí­tulos de la serie de Netflix. El acento mexicano sigue sien­do el mismo y habla sin apuro, pausadamente, tal cual como él. Solo le falta peinarse el ca­bello con los dedos, hasta el lugar de encuentro para nues­tra entrevista, en el exclusivo complejo Benedict Estate, en las montañas de Beverly Hills, muy cerca de la casa que solía tener Luismi cuando estaba en pareja con Mariah Carey.

Y si la serie de Netflix mostró la historia oficial de Luis Mi­guel, con Diego pudimos des­cubrir la historia oficial detrás de la producción de la serie.

¿Cómo surgió la idea de filmar la verdadera historia de Luis Miguel?

Mi primer encuentro para la producción de la serie en realidad no fue con Luis Mi­guel, fue con el productor de la serie Mark Brunett (el crea­dor del reality Apprentice que había hecho famoso a Do­nald Trump), porque noso­tros habíamos filmado jun­tos otra serie hace un par de años. Pero curiosamente sin saber que él estaba también haciendo este proyecto, yo estaba planeando filmar una película sobre la vida de Luis Miguel, en vez de una serie. Y ahí me enteré que alguien se había quedado con los de­rechos. Unos meses des­pués me llamó Mark, dicien­do: “No sé si conoces un can­tante latino, Luis Miguel… Voy a producir su serie”. Mark es una persona de mucha con­fianza, le tengo mucho cari­ño, es como un tío mío. Pe­ro yo no sabía que él esta­ba detrás del otro proyecto, que también él estaba tra­tando de buscar la historia de Luis Miguel. Fue un poco una locura que haya regresa­do por ahí.

¿Y aceptaron también las ideas que habías tenido para la idea de tu película?

Fue también todo muy cu­rioso. Primero me junté con Mark para entender un po­co cuál era el tono de lo que ellos querían hacer, que es lo que ellos querían contar, porque para mí desde el pun­to de vista actoral era muy importante. Y de repente me dijeron “Bueno, es que Luis Miguel quiere hacerlo co­mo dos películas”. Y cuan­do me mencionaron las pe­lículas, eran exactamente las mismas que yo había usa­do como referencia para mi proyecto: Walk The Line, con Joaquin Phoenix y Raycon Jamie Foxx. Ahí me di cuen­ta que nuestras intenciones eran las mismas.

¿Cuál había sido tu idea originalmente?

Mi idea era filmar una pelícu­la de tres horas, con una con­tinuidad creativa. Pero al fi­nal tuve detrás a gente co­mo los estudios MGM, Netflix, Telemundo, un equipazo. Y desde el principio me pareció una gran oportunidad para mostrar el talento que hay en Latinoamérica porque estoy muy contento y muy orgullo­so del trabajo de todos.

¿Cómo fue el primer encuentro con Luis Miguel?

Fue en una cena con el pro­ductor Mark Brunett y ahí platicamos por primera vez.

¿Más allá de aquella cena, él estuvo siempre presente detrás de la producción?

Sí. Fue increíble poder contar con su apoyo.

¿Tu primera impresión?

De entrada, para mí fue in­creíble conocer la persona que iba a interpretar, porque en otros casos así, muchas veces ya no viven. Y el só­lo hecho de estar con él, me sentí como una esponja, ab­sorbí todo lo que decía y ha­cía. Pero yo también quise ser muy respetuoso porque ad­miro mucho la valentía, el coraje de hacer lo que hizo, porque esto para él es su vida personal. Y sé lo importante que es para él.

¿Lo que más te sorprendió?

Mientras más nos juntamos, me di cuenta que tiene un gran sentido del humor. Y es algo que no me lo espera­ba. Pero imagina lo que sería contar tu vida privada para que el mundo entero lo vea. Se necesita un coraje muy admirable. Y después de ha­ber estado en sus zapatos por tanto tiempo, puedo decir­te que Luis Miguel es Luis Mi­guel por su trabajo y por ha­ber mantenido su vida pri­vada en privado. ¿Cuántos artistas son famosos por su vida privada en vez de su tra­bajo?

¿En tu caso lo lograste?

Es algo que para mí siempre fue muy importante, pero no fue nunca por una decisión determinada, sino porque tal vez vengo de una familia nor­mal, mis hermanos estudian, no vengo del mundo de la fa­rándula.

¿Cómo fue la relación con tus padres en comparación con la de Luis Miguel?

Mis padres son ingenieros, no tienen nada que ver con es­te medio, en cambio con Luis Miguel, el padre era guitarris­ta y músico. Y mis padres no querían que yo cantara. A mi no me forzó nadie a trabajar en lo mío. Tampoco me arre­piento de nada. Entre nosotros dos también hay una gran di­ferencia porque yo no fui nin­gún niño prodigio. Te diría que hoy estoy en este lugar por to­do el trabajo que hice, en 18 años de carrera.

¿Qué otro paralelo similar encuentras en tu vida con Luis Miguel?

Hay ciertos parecidos, porque los dos empezamos casi a la misma edad. Y la primera can­ción que yo canté fue una can­ción de Luis Miguel, a los 12 años, La chica del bikini azul.

¿Cuánto tiempo llevó semejante preparación?

El proceso tomó un año ente­ro porque tuvimos que enfo­carnos en diferentes ángulos. Además de la actuación y el fí­sico, estaba el lado musical. Imagínate que tuve que cantar como quince canciones en los tonos originales. De verdad, eso solo me tardó un año, por­que fue clave.

¿Tú cantas en un tono diferente?

Tenemos el mismo registro al­to, pero la potencia que tie­ne Luis Miguel al cantar es tre­menda y yo no quería que su voz pierda cuerpo. Cuan­do canté en ‘Rock of Ages’ las canciones de los años 80, también eran notas altas pero no tuve tanto problema por­que las había cantado como Diego. Pero esta vez tenía que sonar como él. Lo más difícil fue cantar y sonar como él.

¿Podrías ganarte la vida cantando ahora?

(Riendo) No, no, no. Yo no soy Luis Miguel. Él está al nivel de Frank Sinatra. Es un superdo­tado. Pero siempre fue impor­tante la música para mí, por­que yo había empezado can­tando. Fue mi primera pasión. Pero mi concentración hoy pasa más por la actuación, el cine y mantener el orgullo de Latinoamérica con mi trabajo.

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